Vivimos en una sociedad de consumo que en las últimas décadas no se ha parado a analizar la situación de extrema insostenibilidad a la que nos acercamos irremediablemente si no cambiamos nuestros hábitos.
Lo vemos continuamente, no sólo en el sector de la cerveza sino también en cualquier otro sector alimentario, ya sea el de las carnes, el pescado, las verduras. Una “huida hacia delante”, ofrecer promociones y atraer al consumidor con grandes eslóganes, generar más producto aún en detrimento de su calidad, una lucha sin cuartel de abaratamiento de precios que no genera nada más que una competencia desleal entre puntos de venta y dónde se crea la falsa imagen de que el beneficiado es el cosumidor.
Antes de nada, un pequeño análisis de la situación
La Asociación Española de Cerveceros Artesanos Independientes (AECAI) realizó un estudio a principios de año que arrojaba un crecimiento de casi el 35% en el sector artesanal, lamentablemente, con la situación en la que nos encontramos, ese crecimiento se ha tornado negativo situando las previsiones en casi un -30% respecto al año 2019. Aún así, el sector ha experimentado un crecimiento de más del 600% en venta online. Y desde CBC-Spain apostamos por que este modelo ha llegado para quedarse.
Junto a esta situación, nos encontramos que las grandes marcas o grandes grupos cerveceros aún manejan más del 95% del mercado, dejando al sector craft en menos de un 5% (y, a falta de un estudio pormenorizado, somos generosos con los porcentajes).
Los beneficios de estos productos, pese a ser más “económicos”, recalan íntegramente en estos grandes grupos ya que tienen “secuestrada” la cadena de venta por completo. Firman contratos de exclusividad con agricultores, malteadoras, cultivadores de lúpulo, laboratorios de levaduras, logística, puntos de venta, etc. Dejando un espacio minúsculo de maniobra al sector artesanal.
Todos estos factores, empujan al elaborador artesano a vender un producto, que además de poseer un coste de producción mayor y pese a tener un valor añadido mayor, finalmente llega al consumidor con un precio aumentado exponencialmente, y en lugar de fomentar la unión de los distintos actores del sector, lo que hace es aumentar la competitividad entre ellos.
¿Qué ocurre?¿No hay alternativas viables a este modelo de consumo?
Las hay, sin duda, cada vez más surgen iniciativas de proximidad que reducen distancias entre productores y consumidores. Tan sólo se trata de recuperar prácticas tradicionales que eran más justas y sostenibles para el planeta.
Si algo “bueno” ha tenido la situación en la que nos encontramos es la cantidad de iniciativas que distribuidores, productores y puntos de venta han puesto en marcha para fomentar el consumo de proximidad.
Este “retorno a los inicios” supone un gran reto, revalorizar por completo la cadena entre productor y consumidor, y para ello, los medios especializados debemos poner en valor estas iniciativas de proximidad, para que recuperen su capacidad de atracción y que los consumidores sean capaces de ver todo lo que aportan a la calidad del producto, la justicia social y el medio ambiente.
Esto durante la pandemia, pero, ¿Antes y después, qué?
Antes de encontrarnos en esta situación, estuvimos analizando algunas alternativas o mejoras del modelo actual y que creemos que podrían ser aplicables desde este mismo instante.
Estas medidas tendrían que avanzar en dirección a una optimización de la logística de distribución donde la actual ineficacia no depende solo de si la producción es de proximidad. Esta optimización podría darse fomentando la compra a distribuidores que cuiden la cadena de frío para que el producto llegue en condiciones, de este modo se ahorrarían muchos gastos en productos que se echan a perder y que deben ser retirados de la venta. Las furgonetas que no están llenas al 100% y que reparten mal o las distancias recorridas en coche por el consumidor en puntos lejanos de compra también implican un exceso de emisiones de gases, ser consecuentes con el stock y las fechas de consumo, también es una clave importante para evitar el exceso de estas emisiones o los gastos innecesarios, la solución, una mayor rotación de productos y menos acumulación de stock.
Un compromiso con el diálogo entre productores, distribuidores, puntos de venta y consumidor. Un diálogo que debe incluir transparencia para poder tomar consciencia del trato que recibe el producto, el mejor modo de conservación, las características y cualidades de este, toda información ofrecida al consumidor es poca. Además, esto conseguiría una propuesta de venta directa o donde el número de intermediarios fuera el menor posible, aunque todos podrían salir beneficiados.
Fijar un precio de venta desde el inicio, un precio y beneficios fijados por el productor, que se reparta a partes iguales entre todos los actores implicados en la cadena de venta de su producto, no sólo revalorizaría al producto en sí mismo, sino a todos los actores que intervienen, un regreso al cooperativismo más puro y eficiente dónde el producto, la calidad y el consumidor están en el centro.
Si todos los actores se involucran en la venta del producto, la inteligencia colectiva es capaz de mejorar su calidad y sostenibilidad.
Todo esto, ¿Es factible?
Sabemos que no es fácil, pero nos consta que hay proyectos que se están poniendo en práctica y están teniendo maravillosos resultados. Cooperativas comprometidas con la sostenibilidad y la economía circular que demuestran que otro modelo de producción y consumo es posible, también, en el sector de la cerveza artesana.
Os dejamos el enlace a un reportaje de rtve sobre un proyecto muy interesante de economía circular que se está llevando a cabo en la sierra de Madrid. (El escarabajo verde – la aldea gala)
¿Qué os parece? ¿Además de la gabarrera conocéis alguna otra cooperativa sostenible? ¿Tenéis alguna experiencia o idea sobre algún proyecto alternativo y sostenible de consumo?
En una futura entrada hablaremos de la economía circular y de los posibles métodos aplicados al sector de la cerveza artesana.
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